Después de toda la polémica que hemos vivido la anterior semana, con el controvertido artículo de Juan Gérvas, queremos hacernos eco en este blog de la respuesta que se le ha dado desde la AEC, y la cual suscribimos letra por letra.
La enfermería no puede seguir sintiéndose ninguneada por unos cuantos profesionales que no quieren ver la evolución de la profesión enfermera, y a la que intentan culpar de su propia decadencia.
MÉDICOCRACIA
Carta de la AEC en repuesta al artículo "Cincuenta por ciento"
publicado por el Sr. Juan Gervás en Acta Sanitaria:
MÉDICOCRACIA
El término democracia proviene del antiguo griego y fue acuñado en Atenas
en el siglo V a.C. a partir de los vocablos «demos», que puede traducirse
como «pueblo» y «krátos», que puede traducirse como «poder» o «gobierno».
Sin embargo la significación etimológica del término es mucho más compleja.
El término «demos» parece haber sido un neologismo derivado de la fusión
de las palabras demiurgos (demiurgi) y geomoros (geomori). El historiador
Plutarco señalaba que los geomoros y demiurgos, eran junto a los
eupátridas, las tres clases en las que Teseo dividió a la población
libre del Ática (adicionalmente la población estaba integrada también por los
metecos, esclavos y las mujeres). Los eupátridas eran los nobles; los demiurgos
eran los artesanos; y los geomoros eran los campesinos. Estos dos últimos
grupos, «en creciente oposición a la nobleza, formaron el demos». Textualmente
entonces, «democracia» significa «gobierno de los artesanos y campesinos»,
excluyendo del mismo expresamente a los ilotas (esclavos) y a los nobles.
La médicocracia, por su parte, es un término que a pesar de no existir como
vocablo del diccionario está presente de manera constante y permanente en
la sociedad. Su etimología, de poderse describir, tendría grandes similitudes
a la de democracia ya descrita. Así y aunque en principio pudiera traducirse
como el poder del médico su significación, en este caso no etimológica, sería
mucho más compleja. Y lo es en tanto en cuanto el colectivo, profesión,
disciplina médico ha sido a lo largo de la historia quien ha dominado y ejercido
poder no tan solo en las instituciones en donde ha trabajado sino también
sobre quienes ha considerado siempre como inferiores, es decir, todos
los demás profesionales de la salud y en especial a las enfermeras. Es decir
los médicos decidieron dividir a los profesionales de la salud en médicos
(varones ellos) y enfermeras (hembras ellas).
Los médicos asumen pues su condición masculina y dominante de la
profesión médica sobre la condición femenina y dominada de la profesión
enfermera, generando una relación de dominancia de género que ha supuesto
los mismos inconvenientes que a lo largo de los siglos ha sufrido la mujer con
relación al hombre.
Cuando la evolución de la sociedad en su conjunto permitió que los
derechos de las mujeres empezaran a reconocerse y a visibilizarse, las
enfermeras como profesión femenina que es (en cuanto a género y no
tan solo por el número de mujeres que la integran) empezó también
a sacudirse el dominio de la profesión médica como masculina que es
(más allá del número de hombres que la integran, cada vez menor por cierto
y no por ello con pérdida de su condición de género masculino) y logró crecer
y alcanzar el máximo desarrollo disciplinar.
Sin embrago las enfermeras, en su condición de miembros de la femenina
enfermería, aún no pueden desarrollarse plena y autónomamente como
profesionales. La médicocracia ejercida por la clase masculina médica aún
se cree en el derecho de decir qué, cuándo, cómo y dónde deben ejercer las
enfermeras.
El problema no es que los hombres sean más o menos brutos que las
mujeres. El problema es que haya hombres que sigan utilizando un mensaje
sexista para defender su autoridad y su poder. Lo que sin duda les
embrutece como personas.
Los médicocratas quieren seguir dominando lo que ellos consideran su
particular cortijo ejerciendo de señoritos y utilizando a las enfermeras
como escudo protector para ocultar sus muchas carencias de atención o como
remedio de sus males crónicos. El problema no es que existan enfermesas,
que las hay, sino el por qué existen. El problema de atención a los crónicos
no es que existan enfer-mesas, sino que no existan suficientes enfermeras.
El problema no es que se atienda a los sanos, que es una de las
responsabilidades de las enfermeras comunitarias -mantener sanos a los
sanos- sino que la tecnología y las técnicas médicas no dejen espacio
para lo que realmente es de su competencia. El problema sí que es, sin
embargo, el no poder atender los problemas de salud de la comunidad. Pero
no se limita a que existan enfer-mesas. Y, desde luego, lo que no es en
ningún caso un problema, una necesidad, una responsabilidad, una
competencia… de las enfermeras es preocuparse por los problemas de los
médicos por muy crónicos que estos sean, esto sí que es competencia
exclusiva de los médicos. El trabajo en equipo no consiste en eso sino en
preocuparse conjuntamente por las necesidades y demandas de la
población desde un posicionamiento de democracia y libertad que es
antagónica a la médicocracia.
Por otra parte, la distracción como método disuasorio estaría bien
como ejercicio literario pero desde luego utilizarlo para trasladar la culpabilidad
del gasto sanitario a los actos enfermeros no deja de ser una nueva escaramuza
para desviar no ya la atención sino la responsabilidad de quienes realizan
una ineficiente actuación profesional. Pero siempre es bueno que existan
enfermeras a las que achacar las culpas.
Y es que la incapacidad para asumir los defectos propios lleva a una
exacerbada susceptibilidad que impide estimar las cualidades de los demás,
reclamando continuamente pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta
servilismo de los demás. Aunque para ello, quien critica y acosa, se muestre
seductor, brillante y hasta graciosillo, gozando incluso de prestigio en nuestra
cultura.
A pesar de que hay un gran número de médicos que se han liberado de
prejuicios y de actitudes atávicas y contemplan el ejercicio de su profesión
desde una perspectiva de igualdad y libertad con las enfermeras, los hay
quienes siguen practicando su médicocracia para proteger privilegios,
y mantener prebendas aunque para ello tengan que utilizar la violencia de
género.
Las enfermeras no necesitamos de salvadores, ni predicadores que
tratan de enmascarar, con sus palabras de supuesta igualdad, ayuda y
comprensión, un discurso pseudoerudito, machista,prepotente y despótico
en el que arrastran a todas/os los que se pongan en su camino para
mantener su médicocracia.
Pero aún más. Ni la medicina, ni la sanidad, ni la sociedad se merecen a
quienes tan solo tienen como objetivo escucharse, mirarse y alabarse, cual
narciso que nace en las orillas de los estanques y crece inclinado hacia el agua
que le sirve de espejo, mirándose siempre en ella.
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