LA MUERTE TIENE UN PRECIO


Cuando me refiero a este título no estoy precisamente pensando en el "lejano oeste", ni en ningún desierto de Almería.

Precisamente se me vienen al pensamiento ciertas situaciones que me hacen considerar que "Morirse cuesta las misma vida", no es ningún eufemismo, esta reflexión que llevo tiempo planteándomela en la unidad donde trabajo como enfermero, donde realizo labores entre otras de cuidados paliativos y al final de la vida, es tan real como la vida misma, valga la redundancia.

Demasiado a menudo y de una manera más habitual de lo que quisiera, me encuentro con muchos pacientes que aun estando en situación de decidir cómo y de qué manera prefieren pasar sus últimos "momentos" de vida (llámese "momentos" a meses, semanas, días, horas o minutos), sufren una extraordinaria conspiración de silencio, en la que participan tanto familiares como profesionales.

A pesar de que el paciente terminal tiene ese sexto sentido que todos tenemos y sabe leer perfectamente el lenguaje no verbal, ya sea por autodefensa o por no enfrentarse a las mentiras que lo rodean, no se da por aludido cuando las miradas se cruzan y se lanzan tristes sonrisas, que ocultan la pesadumbre del ser querido.

Es realmente penoso ver como tanto profesionales sanitarios como familiares ocultan una realidad plausible a un paciente-consciente de todo lo que ocurre a su alrededor y que mantienen una esperanza hasta el último aliento de vida con el sufrimiento que esto conlleva y sin dejar resueltas muchísimas situaciones que si tuvieran la certeza real de su estado, y sobre todo la aceptación de los que lo rodean sin duda buscaría los medios adecuados encaminados a resolverlas.

Es realmente doloroso ver como una persona cercana se apaga a tu lado y le mantienen viva la llama de la esperanza, cuando saben ciertamente que no la hay y que solo consiguen prolongar el sufrimiento más allá de los límites dignos para que una persona pueda despedirse en paz de su parentela, sin traumas ni torturas. Que este tipo de pacientes esté soportando dolores "insoportables" porque de esa manera se le mantiene conectado al entorno y no se le deja alejarse paulatinamente es tremendamente cruel, sobretodo cuando esto es mantenido por profesionales, que ni siquiera les apetece saber qué es el LET y se empeñan en mantener como mínimo una obstinación terapéutica, y contradicen lo que según la Ley de muerte digna debemos hacer, que es facilitar en todo lo posible la mayor confortabilidad, administrando unos cuidados paliativos integrales que son recogidos en diferentes guías y planes de actuación.

Actualmente con la Ley en la mano tenemos:

- La Ley de Autonomía del Paciente, de 2002, que establece: "Todo paciente o usuario tiene derecho a negarse al tratamiento, excepto en los casos determinados en la Ley. Su negativa al tratamiento constará por escrito". ( en rarísimas ocasiones ocurre)
- Si el paciente no está consciente se recurre al testamento vital, en el que cualquiera puede dejar por escrito su negativa a no ser mantenido con vida artificialmente.
- La norma delega en la familia la decisión si el paciente no puede opinar. "Se otorgará el consentimiento por representación [...] cuando el paciente no sea capaz de tomar decisiones, a criterio del médico responsable de la asistencia, o su estado físico o psíquico no le permita hacerse cargo de su situación. Si el paciente carece de representante legal, el consentimiento lo prestarán las personas vinculadas a él por razones familiares o de hecho".
- El hospital Infanta Leonor esgrimió el artículo 21: "En caso de no aceptar el tratamiento prescrito, se propondrá al paciente o usuario la firma del alta voluntaria. [...] El hecho de no aceptar el tratamiento prescrito no dará lugar al alta forzosa cuando existan tratamientos alternativos, aunque tengan carácter paliativo".


ElPais.com 17/5/20010



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Carlos Núñez

#EnfermeraCtivista, #runner (en transición), adicto a la web 2.0 y desde hace unos meses padre en prácticas. Capitaneando grupo fantastico de enfermeras, en La Jungla de Medicina Interna, e intentando proporcionarles las herramientas que necesitan para mejorar en su trabajo. @carlosnunezo

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3 comentarios:

  1. Esta entrada me parece muy buena. Has resumido en unos párrafos años de impotencia por parte de los profesionales ante el padecer ajeno, de ver morir personas con un sufrimiento inútil, de ver con asombro cómo algunos facultativos se dejaban convencer por familiares para que hicieran dos informes: uno para la familia y otro para el paciente, para que éste no leyera la palabra cáncer... o para que reanimaran a un paciente terminal porque no podían afrontar tal pérdida. Creo que a los Cuidados Paliativos como programa integral e integrado de cuidados aún le queda mucho por hacer, pero ha conseguido que se afronte un problema que necesitaba soluciones, evitando improvisaciones y soluciones patateras sobre la marcha. La muerte digna de las personas. La legislación, como siempre, colea varios pasos por detrás. Mucho se ha logrado, sí. Sin duda.

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  2. LEY DE DERECHOS Y GARANTÍAS DE LA DIGNIDAD
    DE LA PERSONA EN EL PROCESO DE LA MUERTE. Ya aprobada en el Parlamento y en vigor.

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  3. Ojalá todo fuera tan sencillo como plasmar en un papel una ley y aprobarla. Aún queda mucho camino por andar, y es en el día a día donde se intentan resolver muchas situaciones desagradables que se nos presentan, y que ni siquiera la legislación vigente termina de darle cobertura.

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